Una de las actividades más actuales que hemos realizado ha sido un comentario crítico sobre esta película.
Cuando vemos esta
película, a los profesionales sanitarios que trabajamos día a día con un tema
tan actual y tan frágil y complejo a la vez como es el cáncer, nos hace pensar,
nos hace reflexionar sobre nuestras actuaciones, la forma de tratar a este tipo
de pacientes y la ausencia de la empatía que se muestra al aplicar los cuidados
que en la mayoría de las ocasiones deberían de ser posteriores a una actuación
empática, unas palabras o unas miradas de tranquilidad.
El paradigma que en
muchas ocasiones en el turno de trabajo plasmamos es nerviosismo, rapidez,
carga de trabajo y tiempo perdido; además de que no demostremos profesionalidad
al plasmar en la actuación enfermera problemas personales, familiares,
laborales o incluso conflictos dentro del mismo equipo sanitario que en ese
momento asume la responsabilidad de una unidad y de la sanidad de los pacientes
que tienen a su cargo. Aún teniendo en cuenta que lo que nosotros le
traslademos y le presentemos es su día a
día, los estímulos que recogen de fuera de esa habitación donde permanecen en
una larga estancia hospitalaria para recuperarse, encontrar un equilibrio, o
claramente, pasar los últimos días de su vida.
Este trato, esta
empatía, este ser profesional queda emascarado por la carga de trabajo de la
planta, o simplemente porque la formación o adecuación de la persona al puesto
de trabajo no sea la más idónea. No podemos olvidar que necesitamos a gente que
empatice, que ame el trabajo con personas con este problema y que sepa como
actuar tanto con el paciente como con la familia, que sepa dar la palabra
adecuada, o simplemente una palabra no adecuada pero que al coger la mano del
paciente sepa transmitirle lo que sienta y que de paz, tranquilidad y un soplo
de aire fresco dentro de ese proceso complejo como es el cáncer. Propiciando
las medidas de confort, sean idóneas o no, ya que como sabemos, en la etapa
terminal los cuidados paliativos y resolutivos son los más propicios para que
la persona pueda hacer lo que le apetece y su etapa final sea agradable, dulce
y esté conformada a su manera y según sus preferencias.
Tras habernos
encontrado en nuestra corta carrera y en las prácticas de enfermería con
situaciones parecidas a estas, y más con excepciones, en la disciplina médica,
y por tanto, y adherido a esto un ejemplo del proceso biomédico y dejando
aparte el biopsicosocial, el que el médico entiende el caso sin nombre ni
apellidos, sin tener en cuenta la situación, la familia, el entorno, el
sentimiento y a veces ni siquiera si la comunicación está siendo la adecuada
para que se pueda llegar a un consenso, a un conocimiento y un camino mutuo de
actuación entre el profesional y la persona y su eterna decisión sobre el
destino de ésta. Esto es sería el procurar unos objetivos conjuntos en un
entorno agradable, con un afrontamiento adecuado, respetando preferencias, creencias,
cuidando, enseñando y amando el proceso para llegar a los objetivos marcados.
Es escalofriante el momento de la película en que el médico con los
residentes llega a la habitación, destapa a la paciente y empieza a analizarla,
a contar la historia clínica, a preguntar como si de una pizarra sin
sentimiento alguno se tratase y a hablar en una terminología totalmente
desconocida, desconcertante y angustiosa para la persona en cuestión de la que
se está hablando, y de la que se está
cuestionando su problema de salud, su evolución y su tratamiento. Esto
supone falta de empatía, de respeto a la intimidad, de humanidad y de
profesionalidad por supuesto. Así, se crea un vínculo frío y distante y como de
superioridad entre el médico y la paciente; en cambio, la enfermera, presenta
un papel más cercano, más como de protección, de intento de manejo de la
situación hacia un calor más interno y de querer llevar todo a un clima más
conciliador.
Esto se transforma en una explicación a la paciente para que todo le
quede claro, que la señora sepa a que pruebas, tratamiento o terapia se va a someter; todo esto desde
una posición más psicológica y adentrándose en su pronóstico o preferencias a
la hora de la muerte o por si algo no saliese tal y como se estaba planteando.
Esta parte de la película, y toda en general, pone en la mesa muchos
temas como el valor de potenciar o mantener la autonomía del paciente, el
derecho a la privacidad, el secreto profesional, el derecho a ser informado y
el consentir cualquier tipo de tratamiento, las preferencias, el cómo el porqué
y los objetivos marcados, la libertad de elección; y enlazado a todo esto,
informar de los derechos y deberes del paciente, el documento de voluntad
anticipada, el acceso al historial clínico o testamento vital. Temas que en la
trama de la película se hacen notar ausentes llamativamente.
Hay numerosas partes de la
película marcadas por frases que dejan atrás el humanismo y demuestran la falta
de humildad, la no profesionalidad y el no saber trabajar ni ser merecedor de
un puesto de sanitario que no anime y dirija a la persona al bienestar y con
ello a la salud y al sentirse bien. Estas frases remarcables son “seguimos a
máxima dosis, tu eres fuerte, estamos descubriendo mucho gracias a ti”.
Se olvidan de que puede ser su madre, su mujer o la mujer de su amigo,
con la que el día de antes puede haberse podido estar tomando una cerveza en
una terraza disfrutando del sol del mediodía o que la persona puede tener una
familia que lo está pasando mal, o que la señora no sabe a qué se expone, que
no sabe nada del tema, y que necesita que un profesional médico le demuestre
cercanía, empatía y cordialidad , y pueda llegar a transmitir esa información y
las perspectivas según el problema que tendría en ese momento. Es tan sencillo
como dedicar unos minutos, sentarse a hablar, compartir experiencias y
perspectivas sobre el proceso de la paciente y proponer unos objetivos comunes
para una mayor satisfacción, un mejor cumplimiento terapeútico y que el proceso
sea beneficioso en cada etapa.
Es fundamental la muestra de la actuación enfermera como presenta esa
cercanía, esa empatía, ese cariño, la explicación, la protección, tranquilidad
y seguridad a la hora de enfrentarse a la terapeútica pautada por el médico y
sentirse completa en todas sus necesidades.
Así, también hay que tener en cuenta la rotación del personal, el no
conocer al paciente, la no formación completa del profesional, reflejado en la
película en algo tan simple como cuando expresa la larga estancia de ingreso en
el hospital y que siempre le preguntasen el nombre. Esto me llamó mucho la
atención porque es algo que yo desde que empecé a trabajar he tenido muy claro,
no se si por trabajar en sitios privados con gente mayor, o porque tuve suerte
de que una de las personas que pasó por mi formación me dijo que quedaba muy
mal llamar a los pacientes el tres ventana o el veintiséis puerta, porque no
costaba nada mirar el nombre y dirijirnos a esa persona con nombre propio, y
este simple hecho muestra interés, seguridad y conocimiento aunque ello sea muy
superficial la persona que está en el lado de
paciente lo agradecer y le llama la atención.
El cumplir
todas las características para aplicar una actuación de cuidados adecuada y
empática, a mi opinión, es una suma de muchos factores, de cómo de predispuesto
vayas al trabajo, de tu carga de trabajo, de tu formación, de tu carácter, de
tu vinculo con esa persona, del afrontamiento, estado de ánimo y carácter del
paciente… Pero queda muy claro que un beso, una caricia, el coger la mano y
unas palabras de ánimo, mientras te sientas en la cama donde está esa pesona o
en el sillón de al lado de la cama, parar el tiempo y la soledad de esa persona
para intentar dar otro color al día y a la situación.